martes, 19 de agosto de 2008

EL SINTAGMA NOMINAL.



Definición de sintagma.


El sintagma es la palabra o grupo de ellas que, como expansión máxima de un núcleo, posee un sentido unitario aunque pueda ser incompleto en una oración o proposición. Las palabras - o la palabra, en el caso de que el núcleo sea su único integrante- son las unidades mínimas desde el punto de vista sintáctico. El núcleo mantiene una relación de reacción con sus expansiones y, si es pertinente, una relación añadida de concordancia.


Definición de sintagma nominal.

En este sentido, el sintagma nominal (SN en adelante) posee como núcleo a un modo de concebir la realidad en sí misma, que categorialmente se traduce en un sustantivo, en un pronombre -Ya lo sé-, o en algún elemento que haya sufrido una metábasis, o transposición categorial a sutantivo: un infinitivo nominalizado -Es un deber respetar a los demás-, un adjetivo sustantivado mediante lo, un artículo o incluso si el adjetivo está sin determinar -Las viuditas , las casadas y solteras para mí son todas peras en el árbol del amor-; hay adjetivos que normativamente aparecen con una frecuencia mayor sustantivados, convirtiéndose en sustantivos de lengua: Los viejos miran los patos del parque. Las extensiones del núcleo nominal concuerdan en género y número con el mismo -Los coches rojos-. De los distintos tipos de adyacentes y determinantes trataremos más adelante.


Definición del sustantivo.


Definición categorial y semántica.

Al margen de su carácter formal el sustantivo puede ser definido, desde el punto de vista categorial como aquello que concibe seres o hechos en sí mismos, a diferencia del adjetivo, que los concibe como atribuciones de otro; o del verbo, que asume la realidad como un modo del ser o del devenir. Tiene significado léxico, según Tésniére, de ahí que sea una palabra constitutiva: puede formar núcleo, regir otros elementos y aparecer solo, es decir: puede tener carácter autónomo.

Semánticamente estas sustancias concebidas en sí mismas pueden ser concretas si se perciben por los sentidos y abstractas si son captadas por el entendimiento. De ahí que los nombres concretos sean en primer lugar comunes si referencialmente no son únicos -una mesa-. Entre éstos se distinguen los génericos, que son contables, individuales -un zapato-; y colectivos, si significan una pluralidad -el velamen-, y los de materia, incontables: pan, agua,... por eso si reciben plural se hace con un matiz estilístico: Se abrieron las aguas. Los concretos propios, por su parte, señalan una individualidad referencial -por eso no suelen admitir artículo que los actualice -salvo en hechos de norma: el Japón, o en vulgarismos: el Pepe- , ya sean antropónimos si son referidos a personas o personajes -Tintín- y topónimos si hacen referencia a localizaciones espaciales: -Tánger-.

Los nombres abstractos son de fenómeno -la espera-, de cualidad -la gentileza- y colectivos numerales, si indican un número preciso -un quinteto- o indefinidos si no denotan tal precisión -un batiburrillo-.

Definición morfológica.

Morfológicamente se compone de un lexema, que aporta el significado léxico de la palabra y de dos morfemas constitutivos: el de género y el de número, y de tres facultativos, u opcionales: sufijos despectivo, aumentativo y diminutivo, que pueden tomar valores estilísticos -pelón, para el que tiene el pelo corto-; y prefijos: Preelección.

El género en español se limita a los morfemas de masculino y femenino. Al ser el primero el elemento no marcado puede funcionar por el femenino: Los jueces [se incluyen las jueces] son el corazón del Poder Judicial. El masculino queda marcado por los alomorfos o y ø; mientras que los femeninos se marcan con a.

Hay sustantivos invariables cuyo género le viene dado por la relación sintagmática de concordancia que mantiene con sus determinantes: -el /la centinela-o, en el caso de los epicenos, añadiéndole un sustantivo adyacente -el jabalí hembra-. No siempre el género es referencial-el cocinero / la cocinera- también es inmotivado y, por tanto obedece a cuestiones gramaticales -la ambulancia, el delfín,...-. E incluso la diferencia referencial puede reflejarse en lexemas distintos en los sustantivos heterónimos: el caballo / la yegua. Las variaciones de género pueden implicar diatopía o diafasía: la calor, la mar,... El género igualmente puede conducir a oposiciones semánticas por razones de homonimia -el huerto / la huerta-, o por oposiciones de distintos tipos; por ejemplo de agente - instrumento: -el espada / la espada-. Otros lexemas se ven ampliados como marca de femenino: actor / actriz, papa / papisa,...

En cuanto al número, el español tiene morfema de singular ø y los alomorfos de plural -s y -es. El alomorfo de plural -es se añade cuando la palabra acaba en consonante -camiones- o vocal acentuada, normalmente si es -í o -ú: alfonsíes, hindúes,... La norma actual va aceptando el alomorfo -s para las demás vocales tónicas -bebés, sofás, landós, carnés,...-, y para las átonas -coches-. Los extranjerismos no adaptados hacen su plural en -s si acaban en consonante: Le han puesto todos los hándicaps posibles.

El singular es elemento no marcado, por eso puede funcionar por el plural: El alemán[por los alemanes] es amante de la naturaleza. Incluso algunos nombres pueden indicar pluralidad de modo que normativamente admiten un solecismo en la concordancia numérica: La multitud de manifestantes reclamaron mejoras urgentes.

Por otra parte hay sustantivos de número invariable: van siempre en singularia tamtum -la tez- o en pluralia tantum -los añicos-; no deben confundirse éstos con los que son invariables formalmente pero tienen marcado el morfema de número por los determinantes: las hipótesis.Por otro lado, como el género, el variación númerica puede indicar una intención estilística: Estoy hasta las narices de viajar por los mares.



Definición funcional.

Funcionalmente puede ser, dentro de la oración:

• Objeto directo: Me compré una moto.
• Objeto indirecto: Le compré una moto.
• Complemento circunstancial: Vendré el jueves.
• Sujeto: Juan vino pronto.
• Aposición: Juan, el burgalés, quedó conmigo ayer.
• Vocativo: ¡He visto el coche nuevo, Juan!
• Atributo: Juan es el burgalés.
• Complemento del adjetivo: El vestido era rojo siena.


Adyacentes: el adjetivo calificativo.

Definición categorial.

El adjetivo es un modo de categorizar la realidad como ser en otro y de modo graduado o no: expresa por ello una cualidad adjunta a otro elemento: El coche blanco / blanquísimo.

Definición morfológica.

Morfológicamente es un nombre, por tanto tiene los mismos morfemas constitutivos que el sustantivo. Tanto es así que, como vimos, puede aparecer sustantivado. Para algunos autores el hecho de que vaya acompañado de lo, no significa que se transponga categorialmente a sustantivo: estaría adjetivando al pronombre lo, que no funcionaría entonces como artículo: Lo bueno de esto es que solo ha empezado.


Los morfemas de número son iguales a los del sustantivo. No obstante se distingue en su clasificación en cuanto al género: son invariables los acabados en -a: centinela; en -í y -ú: ceutí, hindú; y muchos de los acabados en consonante: capaz, difícil, cruel, terrible,... Por otra parte tenemos los acabados en -o para el masculino y en -a para el femenino -campeón / campeona-; y los que tienen como alomorfo de masculino uno que no es -o, manteniéndose para el femenino -a: cordobés / cordobesa.

Sin embargo, el morfema de gradación es privativo del adjetivo: es el morfema que marca morfológica y sintácticamente en qué grado se atribuye la cualidad expresada por el adjetivo.

El grado positivo atribuye un grado neutro: indica que la cualidad está en otro elemento simplemente: La increíble historia de Mant.

El grado superlativo absoluto expresa la posesión de una cualidad en algo o alguien aisladamente : se expresa de modo analítico, es decir con medios sintácticos:Juan es muy moreno, tela de moreno. También puede expresarse sintéticamente mediante sufijos cultos: balnquísimo, misérrimo,...; prefijos coloquiales: supertonta, requetemalo,... o por herencia del latín: óptimo, pésimo, máximo y mínimo. El superlativo relativo expresa tal cualidad pero en relación a otro elemento en el que se integra: El hombre más fuerte del mundo.

El grado comparativo da idea de cotejo de cualidades entre dos elementos. Igualmente se expresa de modo analítico cuando expresa inferioridad-menos+adjetivo+que-, igualdad -tan+adjetivo+como- o superioridad -más+adjetivo+que-. En el de superioridad aún perviven las formas venidas directamente del latín mejor, peor, mayor y menor.


Definición funcional.

El adjetivo tiene dos funciones básicas: la de atribución directa a un sustantivo y la de predicativo cuando se atribuye a aquél mediante una predicación atributiva con verbos copulativos o semicopulativos; en el caso de acompañar a un semipredicativo funciona como modificador del sujeto y también del verbo: Los estibadores vinieron cansados.

La atribución directa se hace sin nexo de unión -El sombrero gris- y adopta una serie de matices según su posición: normalmente la anteposición al sustantivo indica subjetividad y valor explicativo de una cualidad inherente al sustantivo -blanca nieve-, pero si tal cualidad no esta lógicamente en el significado del sustantivo estaremos ante un matiz ponderativo: buenas espaldas,...


A veces hay adjetivos que aparecen antepuestos siempre normativamente: la mera noticia. Los adjetivos pospuestos expresan, normalmente, cualidad objetiva no incluida lógicamente en el sustantivo -pie alabastrino-: aunque no siempre es así: Es un vino excelente. Incluso también en esta posición hay adjetivos normativamente inamovibles: maquinaria agrícola. Por último tenemos que señalar que muchos adjetivos, por razones de norma,
cambian de significado según su posición: mi antigua casa -en el sentido de mi casa anterior- y mi casa antigua -como envejecida-.


Adyacentes: el complemento del nombre, la aposición, la oración de relativo y el adverbio.

El complemento del nombre es un sintagma preposicional que especifica el significado del sustantivo. Muchos de estos complementos se han especializado en significar procedencia o materia -borato de sodio, queso de Burgos,...-, finalidad -papel de secar- o circunstancia -lomo en caña-.

La aposición es un sintagma nominal adjunto al núcleo de un sintagma nominal que le explica su significado o se lo restringe: se llama aposición directa si va unida sin pausas, ésta tiene valor especificativo: el monte Itoiz, el hombre lobo,... Si la unión va separada por pausas, marcadas gráficamente por comas, estaremos ante un aposición indirecta con valor explicativo: Federico, hermano de Giulio, gobernó durante dos años; Madrid, capital de España.

Las oraciones de relativo tienen los mismos valores que la aposición según si van separadas por pausas: de este modo las explicativas, unidas por pausas, integran a la totalidad del sustantivo al que acompañan, mientras que las especificativas, no unidas por pausas seleccionan a una parte de la totalidad: Los solicitantes, que previamente han entregado el impreso E-111, podrán recibir su asignación es un caso de explicativa que se convierte en especificativa si se le restan las comas: Los solicitantes que previamente han entregado el impreso E-111 podrán recibir su asignación.

Especialmente el lenguaje coloquial admite a los adverbios con valor de calificadores adyacentes: Un beso así merece un regalo.

Los pronombres sustantivos y los pronombre adjetivos.


Definición.

Son elementos que por sí mismos carecen de significación y función, que les viene dada por el sintagma nominal que sustituyen en el discurso como proformas del sustantivo: Juan es gijonés, Rafael es de Oviedo; a aquél le gusta Andorra, éste prefiere el Pirineo leridano. Puede sustituir a tales elementos en el discurso porque los señala deícticamente, es decir extralingüísticamente -Dame eso, por favor-, o porque se aparece por ellos anunciándolos mediante la catáfora -Te lo digo ahora: ¡burro!-, remitiéndose a él si ya aparecido mediante la anáfora: Me gusta el teatro, lo prefiero a la danza, o, si es fórico, sustituyéndolo sencillamente sin que haya aparecido antes ni lo anuncie : La que venga ahora tiene premio.

Cuando el pronombre tiene función de núcleo de un sintagma nominal estamos ante un pronombre sustantivo, pero si modifica el significado de un sustantivo cumplirá la función de pronombre adjetivo, o determinante junto al artículo, que luego veremos.


Pronombres personales.

Son siempre pronombres sustantivos y poseen, por herencia del latín, formas determinadas para distintas funciones: son átonos los que funcionan como complemento directo, indirecto y atributo -en el caso de lo- que presuponen un verbo sobre el que se apoyan acentualmente: me, te, se, le, les, os, nos, lo, los, la y las.

Por el contrario, los tónicos reciben el acento principal de su grupo, y funcionan como sujeto o como término de preposición: yo, tú, él, ella, usted, nosotros, nosotras, vosotros, vosotras, ellos, ellas, ustedes, mí, ti, sí, y, por razones diacrónicas, cuando estos tres últimos se combinan con con pasan a conmigo, contigo y consigo.

Pronombres de relativo.

Sutituye a un elemento nominal que le antecede , es decir, a su antecedente, aunque éste esté omitido -en las oraciones de realtivo con antecedente callado: El que lo diga gana- relacionándolo con la oración subordinada -por eso tiene, además, la función de nexo oracional-. Los pronombres de relativo son que, quien, quienes -estos dos para persona-, cual, cuales, cuanto, cuanta, cuantos, cuantas, cuyo, cuyos, cuya y cuyas -estos cuatro siempre funcionan como pronombres adjetivos con valor posesivo: Los futbolistas cuyos equipos son grandes viven bien-.

Donde, como y cuando pueden funcionar como relativos. Se identifican porque son parafraseables por en+artículo+que: La casa donde nací es bonita = La casa en la que nací es bonita.

Son interrogativos cuando señalan a un elemento desconocido: No sé qué hizo. Pueden tomar un valor ponderativo en oraciones exclamativas, pasando a exclamativos: ¡Qué lindo! Se diferencian ortográficamente en este uso por la tilde diacrítica.


Pronombres posesivos.

Señala posesión -mi coche- o estrecha relación -mi novio- del poseedor con lo poseído. Funcionan, variando su forma, como pronombres adjetivos y como pronombres sustantivos -Mi helado es mío-. Generalmente no va acompañado de determinates: si los lleva, la construcción toma matices estilísticos -no olvidaré la tierra mía-; con adjetivo indefinido siempre va pospuesto -Busco unos papeles míos-. Los antepuestos son mi, tu, su, nuestro-a, vuestro-a, con sus plurales; los pospuestos y los que funcionan como pronombres sustantivos coinciden en la forma: mío-a, tuyo-a, suyo-a, nuestro-a, vuestro-a, con sus respectivos plurales. No hará falta notar la tercera persona tiene forma única para un poseedor y para varios.

Pronombres demostrativos.

Funcionalmente actualizan -por eso no admite al artículo como actualizador, que resultaría redundante- y señalan deícticamente al sustantivo al que determinan o sustituyen de un modo gradual en cercanía, que de mayor a menor son: este, ese y aquel, con sus respectivos femeninos, neutros y plurales. Tal y tanto pueden tomar valores demostrativos: Tal es mi situación, y no he dicho tanto.

Este carácter deíctico puede referirse a distintas coordenadas espacio temporales y tomar valores estilísticos: El día que me des un beso, ese día, me caso contigo; Ese niñato no me dirige la palabra; Bienaventurado aquel que...

Pronombres cuantitativos: indefinidos y numerales.

El indefinido cuantifica de modo impreciso al sustantivo al que sustituye o acompaña porque se haga así intencionadamente -Sé ciertas historias de ti-, o no -Vi algo, pero no sé qué-: quienesquiera, algo, nada, demás, mucho, bastante, diversos,ninguno, nada,... son algunos de ellos.
Los numerales cardinales, por el contrario, precisan numéricamente el sustantivo al que se refiere en unidades, decenas, centenas, de modo analítico del once al diecinueve y del veintiuno al veintinueve y en las centenas, y formando sintagmas: trescientos treinta y cinco.

Los numerales ordinales, cuantifican qué posición numérica y precisa ocupa un sustantantivo -Quincuagésimas jornadas de arte moderno-. En los numerales ordinales superiores a cien la norma los va haciendo desaparecer, ocupando su lugar los cardinales -Trescientos aniversario de su muerte-.

Ambos y sendos son duales en cuanto señalan una dualidad y éste tiene valor distributivo -Vinieron con sendos acompañantes: cada uno con el suyo-. Por otro lado los numerales pueden señalar multiplicaciones mediante los múltiplos doble, triple, cuádruple, quíntuple y séxtuple; y partición gracias a los partitivos, que se forman sintagmáticamente con ordinal + parte y, a partir de diez con el sufijo -avo, con sus pertinentes femeninos y plurales: Me corresponden dos doceavos.



El artículo.

Tiene valor de actualizador del sustantivo al que acompaña sin que le añada valores deícticos -como los demostrativos- o de posesión -como los posesivos-. En cuanto no puede ser autónomo, ni núcleo, ni tiene valor lexemático y es dependiente de un sustantivo ha sido incluido por muchos autores -Alarcos entre ellos- como un morfema constitutivo, de actualización, del sustantivo. Sus alomorfos serían el, la, los y las -y aun lo si se admite como artículo y no como pronombre, según vimos-.

Este valor de actualizador supone un conocimiento del sustantivo por los interlocutores y realce de su existencia, aislándola y resaltándola en una especie de deíxis neutra. Por todo esto puede tomar valores demostrativos -Los que van por allí son mis amigos-, posesivo -Me lavo las manos- o ponderativo - ¡Qué bien lo ha hecho el amigo! -. Por tanto su ausencia marcará indeterminación, desconocimiento,...: Vi hombres de negro pasar, Esta mañana han pasado helicópteros por mi casa.



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domingo, 23 de marzo de 2008

LENGUAJE VERBAL Y LENGUAJE NO VERBAL



1.- El concepto de comunicación.

Básicamente, para que exista una verdadera comunicación han de darse necesariamente los siguientes factores: un emisor ha de emitir un mensaje, a través de un canal, en forma de una señal, o signo, que un receptor pueda percibir, descifrar e interpretar. Para ello es necesario que ambos compartan el mismo código en que se cifra el mensaje y que éste remita a un determinado referente. Para que se dé un bucle de retroalimentación, o feedback, el receptor ha de ser capaz de asumir las funciones de emisor y, al mismo tiempo, el anterior emisor puede pasar a receptor. De este modo la comunicación no presupone un sujeto activo frente a otro pasivo, pues mientras que el emisor emite, el receptor decodifica y es, a su vez, emisor potencial.

Para Jakobson, a cada factor le corresponde una función, dependiendo de las intenciones comunicativas del emisor:

 Expresiva: pone de relieve la interioridad del emisor: Estoy alegre.
 Conativa: la comunicación se centra en el receptor, esperando un cambio de actitud en éste: ¡Ven!
 Referencial: el enunciado se limita a enfocar el referente: Son las dos en punto.
 Fática: intenta comprobar la viabilidad del canal; así las onomatopeyas en las pruebas de sonido de un concierto.
 Poética: el lenguaje trata de llamar la atención sobre sí mismo: Tres tristes tigres comían en un trigal.
 Metalingüística: El lenguaje se centra en el propio código: “Yo” es un pronombre personal.

Ambos integrantes deben compartir en parte su sistema referencial: comunicar algo sobre lo que el receptor carece de información alguna implica que la interpretación del mismo no sea satisfactoria. Según la Teoría de la Información, un sistema de signos óptimo es aquél que consiga transmitir el máximo de información con el mínimo de unidades sígnicas. Además, si cualquiera de los factores que dificulten la comunicación se llama ruido, mientras que todo aquel recursos destinado a subsanar el ruido se conoce como redundancia, el mejor sistema de comunicación será el que menos posibilidades tengan de ruido y el que mayor número de recursos tenga para redundar el mensaje.

El estudio de la comunicación ha sido estudiada por la semiología y por la semiótica. Saussure definió la semiología como la ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social, haciéndola depender de la sicología y siendo su rama más importante la lingüística. Peirce, por su parte, concibió la semiótica desde un enfoque más logicista que sociológico. Hoy ambas disciplinas se funden a menudo en una y llegan a ser realmente sinónimas desde el momento en que ambas tienen un objetivo común: el del estudio y la clasificación de los sistemas de comunicación y de sus unidades mínimas: los signos.

Un signo es toda aquella sustancia perceptible portadora de significado. Según Reznikov, el signo funciona como vehículo de un significado, como soporte de una información con respecto a un objeto determinado; la relación entre éste y su signo puede ser natural o arbitraria. Los signos se utilizan para percibir, conservar, transformar y retransmitir una información, funcionando como mediatizador entre el hombre y la realidad, hasta el punto de que llega a ser un instrumento capaz de crear un a cultura. Umberto Eco llega a firmar que, de hecho, toda cultura se ha de estudiar como un fenómeno de comunicación, de modo que la semiología será la ciencia que estudie todos los procesos culturales en tanto procesos de comunicación.



De esta manera, el semiólogo italiano ha establecido una taxonomía no cerrada de diferentes semiologías: la animal, o zoosemiótica aborda la comunicación entre animales; la semiología olfativa oscila entre los signos naturales como índices - olor a fresco - y los códigos artificiales de los perfumes, por ejemplo; la táctil es un sistema de comunicación muy usado entre los humanos: el beso, el abrazo,...; la semiología gustativa ha sido abundantemente estudiada por el estructuralista Lévi - Strauss en comunidades primitivas, especialmente fundada en antinomias del tipo dulce/ amargo,...; la semiología del gesto, o kinésica, estudia los gestos corporales con valor significativo, así los movimientos rituales de los sacerdotes budistas o hinduistas, la danza,los guiños,...; la semiología del silbido ha sido muy frecuente entre pueblos primitivos y algunos de ellos se conservan como en La Gomera; la de los lenguajes formalizados, como los matemáticos, los lenguajes de programación informáticos, el de la lógica proposicional,... y, evidentemente la semiología lingüística. Como el mismo autor reconoce, esta tipología es provisional: muchas de las semiologías sufren intersecciones, como la gestual y la animal, y otras faltan: la cromática o los sistemas mixtos audiovisuales.



2.- La clasificación de los signos.

No tiene por qué haber sistema de un sólo tipo de signos: hay sistemas de comunicación mixtos, donde se mezclan signos de diferente naturaleza, como en las artes escénicas. Por otro lado, también es conveniente advertir que la comunicación no precisa de intencionalidad por parte del emisor: ya afirmó Roland Barthes que el hombre es un animal comunicativo porque no puede no comunicar ni dejar de descifrar.

Podemos clasificar los signos según su naturaleza. De un lado tendremos lo naturales, o índices, y, de otro, los artificiales. Los artificiales pueden dividirse en lingüísticos - y éstos a su vez, en auxiliares y fundamentales - y no lingüísticos - divididos en señales, símbolos e iconos -. Los signos naturales no son creados por el hombre, pero sí interpretados por éste: así, la fiebre es índice de enfermedad, o el humo, del fuego.

Los signos artificiales no lingüísticos son creados por el ser humano. Pueden ser de tres tipos: símbolos, iconos y señales. Los símbolos son objetos materiales que representan ideas abstractas, funcionan por ejemplificación, alegoría o metáfora y por ello precisan de una convención previa para que sea entendido: así ocurre con el símbolo de sustancia nuclear, la cruz como símbolo del cristianismo,o como símbolo de sagitario. Los iconos, por el contrario, no representan ideas abstractas, sino concretas, con la que guardan una relación de semejanza: así una calavera cruzada por tibias en un cartel ante un campo es un icono peligro de muerte; o un muñeco con faldas a la puerta de un servicio es icono de servicio de señoras; o como icono de teléfono público. En este sentido, algunos autores han hecho casi equiparables iconos y pictogramas, en cuanto definen éstos como dibujos figurativos que expresan un contenido semántico simple, como las viñetas de un tebeo. Por su parte, las señales pueden compartir las propiedades de los símbolos o los iconos, pero se diferencian de éstos en que en ellas predominan la función conativa, es decir esperan un cambio en la actitud del receptor así los muñecos de los semáforos, o como señal viaria de sentido único.

Por su parte, los signos artificiales lingüísticos son los propios de la comunicación verbal humana. Los demás sistemas semióticos carecen de una estructuración y un desarrollo análogos al del lenguaje verbal. Igualmente, no pueden clasificar el continuo de la realidad: parece en cierto modo demostrado que sin la ayuda de signos lingüísticos sería imposible diferenciar dos objetos o conceptos de forma clara y permanente. Los estudios realizados sobre patologías afásicas, o pérdida de parte de la capacidad verbal, muestran cómo el individuo pierde de manera paralela el lenguaje y su capacidad intelectiva.



Martinet ha demostrado que una de las características esenciales al lenguaje verbal humano es su doble articulación, es decir, el hecho de que un enunciado pueda dividirse en fonemas y sonidos y en unidades mayores: lexemas y morfemas. El monema, según su terminología, está formado por un fonema o grupo de ellos que comportan un valor significativo en cuanto pueden diferenciar unidades superiores; mientras que el fonema, unidad mínima de la segunda articulación, es la más pequeña en que se divide un monema, comportando únicamente valor distintivo, pero no significativo.


3.- Los lenguajes no verbales y su relación con el lenguaje verbal.

3.1.- Dificultades en su estudio y rasgos comunes.

La comunicación humana no puede reducirse al lenguaje verbal, según Flora Davis en aquélla lo que se capta de un mensaje deriva en un 45% de un sistema verbal, mientras que un 55% procede de un lenguaje no verbal. Sin embargo, a pesar de su importancia, este tipo de comunicación no ha recibido una atención equiparable al del sistema verbal. Se han señalado algunas dificultades para que un estudio riguroso sea llevado a cabo: por un lado, no hay tradición científica hasta los años 50, cuando Birdwhistle y Hall realizan estudios estructuralistas acerca de los gestos y el espacio, respectivamente; por otro lado, es evidente que no se han creado instrumentos satisfactorios para la recogida de datos hasta el uso de la filmación: el estudio se basaba en la observación directa de unos fenómenos, ya de por sí muy heterogéneos culturalmente.

Al margen de estas dificultades, sí podemos señalar una serie de características comunes a todo lenguaje no verbal: en primer lugar, parece que en la mayoría de ellos predomina la función expresiva, en este sentido hay expresiones universales de sentimientos humanos - el dolor, la alegría,... - pero también es cierto que hay una serie de gestos cuyo significado varía según las culturas: así la unión en círculo de las yemas del pulgar e índice, como símbolo de O.K. es insultante en Brasil. Cerrar el puño con el corazón hacia arriba es un gesto ofensivo ya conocido como digitus impudicus en Roma, mientras que en algunas culturas árabes el gesto se invierte con el corazón hacia abajo y la palma extendida; otros gestos pueden significar intenciones diferentes: morderse el pulgar es ofensivo en Italia, mientras que en España puede indicar actitud pensativa.

Por otra parte, también es cierto que la comunicación no verbal es inevitable: el hombre no puede dejar de comunicar su interioridad con gestos, con su indumentaria,... al tiempo que tampoco puede dejar de interpretar lo que le rodea, ya sea de modo consciente o no. En esta decodificación, parece igualmente demostrado que el canal predominante en los humanos es el óptico. Este hecho es fundamental en el hombre, en cuanto el modo en que una persona es percibida determina también la propia percepción de sí mismo.

Por otro lado los lenguajes no verbales pueden usarse de modo autónomo, servir de redundancia o hacer de ruido en la comunicación verbal:

 Mediante la sustitución, reemplazamos la comunicación verbal por la no verbal, como cuando negamos con la cabeza.
 La redundancia supone repetir lo emitido - como cuando el gesto manual de despedida puede servir de redundancia a la emisión ¡Adiós! -, complementarlo - por ejemplo, si emito serenamente una orden con una mirada de enfado -, o simplemente acentuarlo - en los movimientos que acentúan los coros huelguistas -.
 Pero también es cierto que puede servir de ruido cuando contradice la comunicación verbal: así, alguien que esté herido gesticula su dolor pero insiste verbalmente en que está bien.
 Los sistemas no verbales también tienen una función regulativa de la comunicación: así alzar las cejas y el mentón para hacer ver que el canal está abierto, disminuir el contacto ocular para ceder el turno,...
Podemos afirmar ahora que el lenguaje no verbal entra en los estudios semióticos en cuanto conforma una parte muy importante del sistema de signos empleados en la comunicación humana. Es cierto que este tipo de comunicación asocia al hombre a los otros seres animados, pero también es verdad que lo diferencia: para Rafaelle Simone, este hecho evidencia la capacidad del hombre para crear códigos nuevos de comunicación. Esta destreza ha sido denominada por el semiótico italiano semiopoiesis ilimitada. Tal habilidad implica, según el mismo autor, que el hombre dispone de una gran variedad de códigos autónomos, y que cada uno de ellos posee una expresión y unas clases de contenido particulares; este hecho posibilita que los códigos puedan interferirse entre sí simultáneamente, enriqueciendo la comunicación humana.

3.2.- La comunicación gestual, o kinésica.

Ray L. Birdwhistell usó el modelo estructural para sistematizar los movimientos corporales con intencionalidad comunicativa. La unidad mínima del gesto es el kine, que combinado con otros puede generar kinemas, o gestos con intención comunicativa cuyo significado varía dependiendo del uso que se haga de ellos. No todos los kinemas son verdaderamente significativos en cuanto la percepción humana es limitada. El kinemorfema es el apartado sintáctico, en cuanto viene dado por la sucesión o simultaneidad combinada de kinemas.

Ekman y Friesen, continuaron la ciencia fundada por Birdwhistell e incorporaron una taxonomía de kinemas:

 Emblemas: Son sustitutivos del lenguaje verbal, como el gesto manual de Ven aquí, Calla,...
 Ilustradores: Sirven de apoyo al lenguaje verbal, los ejemplos anteriores son válidos aquí si se apoyan con sus respectivas emisiones verbales.
 Adaptadores: Son producto de un proceso de aprendizaje para adaptarse a determinadas situaciones. Los adaptadores del yo responden a necesidades personales y corporales: el manejo de la cuchara,...; los interpersonales aparecen como fruto de la relación con los demás: las caricias, las agresiones,...; los objetuales tienen que ver con alguna tarea instrumental: conducir, escribir,...
 Afectivos: Expresan el estado emocional, especialmente con la cara: para ellos los gestos faciales comunican ocho estados afectivos primarios: felicidad, sorpresa, tristeza, miedo, rabia, asco, desprecio e interés.
 Reguladores: predomina en ellos la función fática: asentimiento para demostrar que se está manteniendo la atención, desvío ocular para mostrar desinterés o cesión del turno de intervención,...

3.2.- La proxémica.

Esta ciencia estudia - especialmente a partir de las investigaciones de Hall - la estructuración que hace el ser humano de su espacio inmediato a partir del entorno corporal. El individuo se limita en su comunicación por un espacio personal que acota sus líneas territoriales; este espacio es variable según la situación: si un ascensor lleva mucha gente el sujeto no sentirá invadido su espacio aunque la distancia sea mínima; pero sí rechazará el hecho de que en un espacio abierto alguien se le acerque inadecuadamente. Hall determinó que la distancia estándar en la comunicación depende de las culturas: según él, los occidentales reaccionan ante la invasión porque es una cultura que prohíbe el contacto, mientras que sudamericanos y árabes se acercan más. Hall, para la proxémica occidental, ha establecido la siguiente tipología dependiendo de la distancia de los interlocutores:

 Menos de 45 cm: distancia íntima. Entra en juego la comunicación táctil, olfativa y térmica corporal.
 Entre 50 y 75 cm: distancia causal - personal. Es el límite de la extensión del brazo y la propicia para comunicar asuntos personales.
 Entre 1,20 y 2 m: distancia social y próxima para las conversaciones normales.
 Más de 3 m: distancia social lejana. Para conversaciones formales. La distancia pública se da a partir de los 4 m, y es la propia de formas rígidas de comunicación, como los discursos o las conferencias.
3.3.- Elementos paralingüísticos.

La paralingüística describe los rasgos vocales que acompañan las palabras, no siempre satisfechos científicamente con las habituales curvas de entonación, o sintonemas. Así, las cualidades de la voz incluye el control del énfasis, el ritmo,... pero también los caracterizadores vocales - la risa, el llanto, el suspiro, el bostezo,... - y lo que Trager llama las segregaciones vocales: ah, mmmm, hum,... Todos estos elementos pueden estar relacionados a diferentes sintopías y sinfasías, es decir, pueden relacionarse con un estilo determinado e incluso con algún estrato o localización espacial.

Knapp confirma la importancia de estos elementos, pues el desacuerdo entre lo que se dice y cómo se dice se resuelve en favor de esto último. Por ejemplo, expresar acuerdo con elementos paralingüísticos propios del desacuerdo no resultará en modo alguno convincente.

3.4.- Otros elementos.

La variedad de factores que intervienen en la comunicación no verbal no está aún, según hemos visto, suficientemente desarrollada. Con todo, Cook ofrece la siguiente tipología:

 Aspectos estáticos: rostro, complexión, voz, maquillaje, ropa, peinado,...
 Aspectos dinámicos: orientación, distancia, posturas y gestos no faciales, gestos faciales, dirección de la mirada y tono, ritmo y velocidad del discurso.

Por su parte, Argyle, contempla nueve aspectos básicos: contacto físico y proximidad, orientación, aspecto exterior, posturas, gestos con la cabeza, expresiones faciales, resto de gestos corporales, miradas y elementos paralingüísticos.


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martes, 15 de enero de 2008

La comunicación y competencia lingüística


1.- El concepto de comunicación.

Básicamente, para que exista una verdadera comunicación han de darse necesariamente los siguientes factores: un emisor ha de emitir un mensaje, a través de un canal, en forma de una señal, o signo, que un receptor pueda percibir, descifrar e interpretar. Para ello es necesario que ambos compartan el mismo código en que se cifra el mensaje y que éste remita a un determinado referente. Para que se dé un bucle de retroalimentación, o feedback, el receptor ha de ser capaz de asumir las funciones de emisor y, al mismo tiempo, el anterior emisor puede pasar a receptor. De este modo la comunicación no presupone un sujeto activo frente a otro pasivo, pues mientras que el emisor emite, el receptor decodifica y es, a su vez, emisor potencial.

Para Jakobson, a cada factor le corresponde una función, dependiendo de las intenciones comunicativas del emisor:

 Expresiva: pone de relieve la interioridad del emisor: Estoy alegre.
 Conativa: la comunicación se centra en el receptor, esperando un cambio de actitud en éste: ¡Ven!
 Referencial: el enunciado se limita a enfocar el referente: Son las dos en punto.
 Fática: intenta comprobar la viabilidad del canal; así las onomatopeyas en las pruebas de sonido de un concierto.
 Poética: el lenguaje trata de llamar la atención sobre sí mismo: Tres tristes tigres comían en un trigal.
 Metalingüística: El lenguaje se centra en el propio código: “Yo” es un pronombre personal.

Ambos integrantes deben compartir en parte su sistema referencial: comunicar algo sobre lo que el receptor carece de información alguna implica que la interpretación del mismo no sea satisfactoria. Según la Teoría de la Información, un sistema de signos óptimo es aquél que consiga transmitir el máximo de información con el mínimo de unidades sígnicas. Además, si cualquiera de los factores que dificulten la comunicación se llama ruido, mientras que todo aquel recursos destinado a subsanar el ruido se conoce como redundancia, el mejor sistema de comunicación será el que menos posibilidades tengan de ruido y el que mayor número de recursos tenga para redundar el mensaje.

El estudio de la comunicación ha sido estudiada por la semiología y por la semiótica. Saussure definió la semiología como la ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social, haciéndola depender de la sicología y siendo su rama más importante la lingüística. Peirce, por su parte, concibió la semiótica desde un enfoque más logicista que sociológico. Hoy ambas disciplinas se funden a menudo en una y llegan a ser realmente sinónimas desde el momento en que ambas tienen un objetivo común: el del estudio y la clasificación de los sistemas de comunicación y de sus unidades mínimas: los signos.

Un signo es toda aquella sustancia perceptible portadora de significado. Según Reznikov, el signo funciona como vehículo de un significado, como soporte de una información con respecto a un objeto determinado; la relación entre éste y su signo puede ser natural o arbitraria. Los signos se utilizan para percibir, conservar, transformar y retransmitir una información, funcionando como mediatizador entre el hombre y la realidad, hasta el punto de que llega a ser un instrumento capaz de crear un a cultura. Umberto Eco llega a firmar que, de hecho, toda cultura se ha de estudiar como un fenómeno de comunicación, de modo que la semiología será la ciencia que estudie todos los procesos culturales en tanto procesos de comunicación.

De esta manera, el semiólogo italiano ha establecido una taxonomía no cerrada de diferentes semiologías: la animal, o zoosemiótica aborda la comunicación entre animales; la semiología olfativa oscila entre los signos naturales como índices - olor a fresco - y los códigos artificiales de los perfumes, por ejemplo; la táctil es un sistema de comunicación muy usado entre los humanos: el beso, el abrazo,...; la semiología gustativa ha sido abundantemente estudiada por el estructuralista Lévi - Strauss en comunidades primitivas, especialmente fundada en antinomias del tipo dulce/ amargo,...; la semiología del gesto, o kinésica, estudia los gestos corporales con valor significativo, así los movimientos rituales de los sacerdotes budistas o hinduistas, la danza,los guiños,...; la semiología del silbido ha sido muy frecuente entre pueblos primitivos y algunos de ellos se conservan como en La Gomera; la de los lenguajes formalizados, como los matemáticos, los lenguajes de programación informáticos, el de la lógica proposicional,... y, evidentemente la semiología lingüística. Como el mismo autor reconoce, esta tipología es provisional: muchas de las semiologías sufren intersecciones, como la gestual y la animal, y otras faltan: la cromática o los sistemas mixtos audiovisuales.


2.- La clasificación de los signos.

No tiene por qué haber sistema de un sólo tipo de signos: hay sistemas de comunicación mixtos, donde se mezclan signos de diferente naturaleza, como en las artes escénicas. Por otro lado, también es conveniente advertir que la comunicación no precisa de intencionalidad por parte del emisor: ya afirmó Roland Barthes que el hombre es un animal comunicativo porque no puede no comunicar ni dejar de descifrar.

Podemos clasificar los signos según su naturaleza. De un lado tendremos lo naturales, o índices, y, de otro, los artificiales. Los artificiales pueden dividirse en lingüísticos - y éstos a su vez, en auxiliares y fundamentales - y no lingüísticos - divididos en señales, símbolos e iconos -. Los signos naturales no son creados por el hombre, pero sí interpretados por éste: así, la fiebre es índice de enfermedad, o el humo, del fuego.

Los signos artificiales no lingüísticos son creados por el ser humano. Pueden ser de tres tipos: símbolos, iconos y señales. Los símbolos son objetos materiales que representan ideas abstractas, funcionan por ejemplificación, alegoría o metáfora y por ello precisan de una convención previa para que sea entendido: así ocurre con el símbolo de sustancia nuclear, la cruz como símbolo del cristianismo,o como símbolo de sagitario. Los iconos, por el contrario, no representan ideas abstractas, sino concretas, con la que guardan una relación de semejanza: así una calavera cruzada por tibias en un cartel ante un campo es un icono peligro de muerte; o un muñeco con faldas a la puerta de un servicio es icono de servicio de señoras; o como icono de teléfono público. En este sentido, algunos autores han hecho casi equiparables iconos y pictogramas, en cuanto definen éstos como dibujos figurativos que expresan un contenido semántico simple, como las viñetas de un tebeo. Por su parte, las señales pueden compartir las propiedades de los símbolos o los iconos, pero se diferencian de éstos en que en ellas predominan la función conativa, es decir esperan un cambio en la actitud del receptor así los muñecos de los semáforos, o como señal viaria de sentido único.

Por su parte, los signos artificiales lingüísticos son los propios de la comunicación verbal humana. Los demás sistemas semióticos carecen de una estructuración y un desarrollo análogos al del lenguaje verbal. Igualmente, no pueden clasificar el continuo de la realidad: parece en cierto modo demostrado que sin la ayuda de signos lingüísticos sería imposible diferenciar dos objetos o conceptos de forma clara y permanente. Los estudios realizados sobre patologías afásicas, o pérdida de parte de la capacidad verbal, muestran cómo el individuo pierde de manera paralela el lenguaje y su capacidad intelectiva.



Martinet ha demostrado que una de las características esenciales al lenguaje verbal humano es su doble articulación, es decir, el hecho de que un enunciado pueda dividirse en fonemas y sonidos y en unidades mayores: lexemas y morfemas. El monema, según su terminología, está formado por un fonema o grupo de ellos que comportan un valor significativo en cuanto pueden diferenciar unidades superiores; mientras que el fonema, unidad mínima de la segunda articulación, es la más pequeña en que se divide un monema, comportando únicamente valor distintivo, pero no significativo.


3.- Las diferencias y relaciones de los conceptos de lenguaje, lengua y habla.

Saussure definió el lenguaje como un fenómeno multiforme, físico, fisiológico y psíquico que representa la capacidad propia del hombre para comunicarse por medio de un sistema de signos vocálicos y consonánticos. Tal capacidad supone la existencia de una determinada función simbólica y de unos centros nerviosos genéticamente determinados. Antes que él Humboldt y Gabelentz señalaron una línea similar a la del francés, según veremos al abordar la competencia lingüística.


La Glosemática, por su parte, introdujo un concepto más logicista: para ellos todo lenguaje no es exclusivamente verbal: para que un lenguaje pueda definirse como tal ha de basarse en una axiomática semiótica abstracta, acrónica e ideal y anterior a todo sistema en cuanto lengua y habla. El lenguaje humano se diferencia de otros sistemas semióticos en que presenta un sistema de signos analizable, adelantando el concepto de doble articulación de Martinet.

Para Humboldt, la forma interior del lenguaje es la abstracción que abarca la forma gramatical y los detalles sistemáticos de todas las manifestaciones formales de una comunidad lingüística. En términos similares se expresan Gabelentz y Saussure: para aquél, sprach es la lengua particular de un pueblo, de modo que es interpersonal en una comunidad lingüística; es un sistema dinámico y sus límites sincrónicos dependen de la conciencia del hablante y del criterio del investigador. En definición de Saussure, lengua es el lenguaje actualizado como sistema de signos por una determinada comunidad, de ahí que sea lo social e instituido como un sistema de valores en cuanto supone haber clasificado la realidad de un modo particular.

Para la Escuela de Praga, la lengua es también social, abstracta y homogénea y se define como un sistema ideal de funciones. La Glosemática añade que lengua es el conjunto de relaciones finitas que se establece entre los miembros de un determinado universo semántico: estos miembros no están ligados a referencias materiales en cuanto éstas están ya asumidas en un determinado estado de significaciones. Martinet ahonda en esta última definición, afirmando que el ser humano analiza su experiencia mediante las unidades semánticas y fónicas de su lengua particular. La lingüística norteamericana ha equiparado en gran medida el concepto de lengua al de gramática: así Chomsky afirmó que la lengua es un conjunto ilimitado de oraciones de largura finita que se sirve de componentes también finitos; tal conjunto de oraciones se asocia a una serie de significaciones sociales.

En un último nivel de concreción, el habla supone la actualización de la lengua, limitada por el uso, la adecuación y la costumbre, es decir por la norma. Mientras que para Saussure el habla era asistemática e individual - hoy esto se niega: el habla individual es el idiolecto -, la Escuela de Praga afirma que el habla también puede ser sistemático y el sistema asistemático - así en los verbos irregulares -, además las determinantes contextuales que se dan en las diferentes manifestaciones formales de una unidad funcional pueden erigirse en leyes complementarias del sistema, por ejemplo, la concordancia de un sujeto colectivo en singular en español puede llegar a convertirse en una ley complementaria del sistema del nuestro idioma en casos como La mayoría de los diputados votaron en contra.



4.- El concepto de competencia lingüística.

El concepto de competencia hunde sus raíces en la idea de energeia de W. Von Humboldt, a la que define como el eternamente repetido esfuerzo del espíritu humano para hacer capaz al sonido articulado de expresar el pensamiento, y el sprachvermögen de G. von der Gabelentz, que corresponde a la facultad humana del lenguaje.

La idea de competencia tiene un punto de partida en las teorías lingüísticas de Noam Chomsky. Para él, la competencia es el sistema de reglas innato e interiorizado que constituye el saber lingüístico de los hablantes. La competencia es universal en cuanto le subyacen un conjunto de reglas comunes a todas las lenguas. Gracias a esta competencia pueden producir y emitir un número infinito de oraciones hasta entonces inéditas.

A la competencia universal la acompaña, por un lado, la competencia particular, que atañe a las reglas específicas de cada lengua, y, por otro, la intuición del hablante, por la que éste puede enjuiciar la gramaticalidad de los enunciados que les son presentados, en este sentido, se llegó a equiparar, como hizo Weinrich, intuición con norma lingüística.

Eugenio Coseriu hizo equivalente la competencia particular a la intuición, en el sentido que le otorgaba Chomsky: no sólo es la gramática la genera expresiones, sino, sobre todo, una intuición que permite al hablante percatarse de la diferencias opositivas que hacen funcionar una lengua. A pesar de algunas afirmaciones, no debe entenderse por la competence chomskiana la idea de lengua de Saussure, pues mientras que ésta es sistemática y estática, aquélla es dinámica y generativa. Para Badura, la competencia lingüística se compone de un repertorio de signos lingüísticos, una serie de reglas semánticas y una capacidad de manejar y transformar relaciones sintácticas complejas.

Por otra parte, la competencia chomskiana es un sistema cognoscitivo y abstracto de conocimientos que se desarrolla en las primeras etapas de la infancia, de modo que también aquí se acerca a Humboldt a su concepto de cosmovisión de las lenguas, por el que cada lengua implica un modo distinto de estructurar la realidad y consecuentemente una cosmovisión también diferente.

Por otro lado, Chomsky define la performance, o actuación, como la sucesión de actos de habla sometidos a las influencias y limitaciones de variables extralingüísticas derivadas del uso de la lengua. Sólo a través de la performance se infiere la competencia de un hablante específico.


5.- El concepto de competencia comunicativa.

Para Badura, la competencia comunicativa se infiere a través de la competencia lingüística. Aquélla se define como las condiciones que una determinada situación comunicativa impone en la performance, es decir, se refiere a las capacidades de comunicación en un determinado contexto sintópico, sinfásico y sinstrático. Tal competencia se divide en dos componentes. De un lado se encuentra el componente hermenéutico - analítico, es decir, la capacidad de comprender adecuadamente emisiones realizadas en una determinada situación comunicativa . Es este componente el que garantiza la transformación y elaboración de informaciones necesarias para desarrollar una comunicaión satisfactoria con los interlocutores de una determinada situación comunicativa. De otra parte tendríamos el componente táctico - retórico, por el que se procura que los actos de habla estén dotados de una cierta efectividad comunicativa.

En una línea similar Hymes define la competencia comunicativa como la capacidad de dominar situaciones de habla, de emplear adecuadamente subcódigos sociolingüísticos diferentes del código estándar de la norma particular.

Steger completa en cierto modo a Hymes: para él la competencia lingüística se define como competencia social, en cuanto no es más que el conjunto de normas de conducta lingüística del que se derivan de los diferentes usos diastráticos y diafásicos. Este conjunto de normas, como es una convención social, dirige las estrategias de planificación lingüística en la producción y las expectativas en la comprensión. Hartig y Kurz añaden que la competencia social es igualmente dinámica y generativa porque cambia con la evolución de la sociedad al tiempo que adecua sus emisiones a las nuevas situaciones.

Habermas, por su parte, entiende que la distinción chomskiana de competencia y actuación no tiene en cuenta que las mismas estructuras generales de las posibles situaciones de actos de comunicación son producidas por actos de habla. Estas estructuras sirven para situar pragmáticamente expresiones generadas por la competencia y son clasificables como universales pragmáticos que responden al sistema de reglas que las generan.

Tales reglas transforman las frases, o unidades lingüísticas, en enunciaciones, o unidades pragmáticas del discurso, que además de un componente lingüístico tiene otro institucional y social que establece el verdadero sentido pragmático. Por tanto, una teoría de la competencia comunicativa habrá de estudiar las enunciaciones elementales abstraídas de las componentes variables de las situaciones concretas, cuyo estudio queda a cargo de la pragmática empírica.



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