martes, 7 de julio de 2009

Breve panorama de la formación y evolución del español (I)




De las lenguas prerromanas sólo tenemos noticias grecolatinas e inscripciones para su estudio. La distribución de tales lenguas se establece con el ibero en la zona levantina, el ligur en el nordeste; el turdetano en la Baja Andalucía y sur de la actual Portugal; el fenicio en las costas del sur y una serie de pueblos célticos en el cuadrante centro y oeste peninsular; y el vasco, que estudiaremos por separado, en parte de la zona norte. La continua superposición de gentes y lenguas hace que éstas tengan múltiples coincidencias. Su influencia queda hoy bajo una serie de sustratos. En lo fonológico se presentan una serie de influjos que propiciarán fenómenos propios del castellano: por ejemplo, el vasco no pronunciaba la f- inicial latina, y emitía indistintamente b y v como /b/, las oclusivas sonoras /b/, /d/ y /g/ podían decirse como fricativas en posición intervocálica, mientras que las sordas intervocálicas tienden a sonorizar; además cuenta con cinco vocales con tres grados de abertura. En lo morfológico, el celta tenía la terminación -os para nominativo plural y sufijos como -osco, -ona, -iego,... mientras que nos han quedado varias palabras prerromanas, algunas de las cueles ya pasaron en su día al latín hispánico: cerevisia > cerveza, lancea > lanza, carrus > carro, ibaiko > baika > vega,...

Con la llegada de los romanos hubo un tiempo de bilingüismo que culminó en la romanización cultural de la península, absoluto ya en nuestra era: en el siglo I Vespasiano concede el derecho general de ciudadanía y la cristianización, con la unión espiritual, latinizaría de modo completo. La romanización estuvo a cargo de legionarios y personal administrativo que trajeron sus sintopías y sincronías a la Península Ibérica, dándose ya un latín vulgar con regionalismos: en un extremo, la Bética era la más purista, mientras que la Tarraconense se consideraba la más innovadora, por influencia de la Romania Central. Es común a todas las variedades una serie de fenómenos claves en el latín vulgar y posterior formación de las lenguas romances: por ejemplo, empieza a aparecer a ante O.D. de persona, sonorizan las sordas intervocálicas, predominan las construcciones analíticas sobre las sintéticas en comparativos y superlativos y, sobre todo, cae el sistema de declinaciones por varios factores: se prefiere el uso de preposiciones al de casos, quedando solo el acusativo, que pierde la -m final, y se opta por el acento, dejándose de lado la cantidad vocálica. Al mismo tiempo se introducen numerosos helenismos: desde el distributivo cada, de /káta/, hasta léxico relacionado con la realidad material cotidiana: origanum > orégano, amphora > ánfora,..., y con el ámbito cultural: schola > escuela, scaena >escena,...; igualmente se produce una enorme renovación nominal: casa por domus, sobrinus por nepos,...

Entre los siglos V y IX, ambos inclusive se da lo que conocemos como época visigoda. Se da un protorromance que oscila entre un latín barbarizado y un ya romance visigótico: se iguala b y v como /b/ en amplias zonas, e y o breves diptongan, mientras que en la zona tarraconense monoptongan /ei/ > /e/ y /au/ > /o/ ( aurum > oro) y se reducen grupos como /mb/: plumbum > plomo. Con ellos empiezan a aparecer las primeras palatalizaciones por yod: apiculam > *abella; vetum > vetulum > *viello;... Los germanismos y goticismos pasaron ya al latín vulgar: orgoli > orgullo; guisa por mente; werra > guerra; spaiha > espía; helm > yelmo; cofea > cofia; y un buen número de antropónimos: All Wars > Álvaro; Gails Wers > Elvira,... y refuerza el sufijo patronímico de origen celta en -z y en -ici, que tendrá la misma evolución: Ramirici > Ramírez.

Por su parte, entre los siglos VIII y XI, la presencia árabe goza una gran influencia en lo que al léxico se refiere, hasta el punto de que los arabismos sean hoy la segunda fuente léxica del español, después del latín. Su influjo no sólo llega al ámbito de la cotidianidad - zanahoria, alfarero, azotea, aceite, jubón,... - sino al científico y administrativo - jarabe, algoritmo, alcalde, arancel,... -, incluso transmitieron palabras del sánscrito - ajedrez - y del persa - jazmín -. Su presencia se nota en los topónimos compuestos por el artículo al - cuyo valor de actualizador se pierde en romance -, medina - ciudad - y guada - río -, llegando a híbridos con el romance - Guadalupe -. La adaptación de la fonética árabe al romance hispánico se produjo eliminando o sustituyendo sonidos o grupos extraños para él, como el sonido gutural al´rde > alarde, o la monoptongación de /ai/ en /e/ y /au/ en /o/: aldeia > aldea. Morfológicamente se impusieron el sufijo en -í para gentilicios y adjetivos relacionantes - alfonsí, ceutí,...-; el patronímico ibn-, que pasa a ben- - Benavides - o el valor causativo de a- ante verbo - aminorar -. En lo sintáctico se extiende al romance culto el predominio de conjunciones copulativas o el orden de verbo + sujeto + complementos. La pérdida definitiva de la hegemonía militar, que se inicia en el XII, provoca la decadencia del influjo árabe en las lenguas romances, que desaparece en el XIV ante el empuje del latín y las lenguas romances.

Desde el siglo X a mediados del XIII se da lo que conocemos como periodo arcaico del español. En el panorama peninsular, hasta el siglo XI se dan una serie de peculiaridades: de un lado tenemos el rusticus sermo, o latín arromanzado: tiene restos de declinación, partículas y vocablos cultos, pero presenta un gran número de soluciones propias de latín vulgar y de los incipientes dialectos romances. De otro lado, los romances ya se usan con plena conciencia, como lo atestiguan los fragmentos en navarroaragonés de las glosas silenses y emilianenses, de finales del X y principios del XI. Sin embargo no existía ningún tipo de fijación normativa, dándose continuos dobletes, ultracorrecciones,...

En la península encontramos encontramos a finales de este periodo seis grandes zonas: el mozárabe está aislado en Al Ándalus y evoluciona lentamente, presentado numerosos arcaísmos, y progresivamente irá siendo absorbido desde Toledo. En el oeste se reparte el territorio el gallego y el asturleonés, éste, en la zona asturiana y norte y oeste de la actual Castilla León; el castellano será el dialecto triunfante, abriendo una franja cónica desde Santander, que se va ensanchando a medida que avanza la conquista, tomando zonas del aragonés y del leonés; aquél se fusiona con el navarro en el siglo XI, ofreciendo soluciones intermedias entre el castellano y el catalán, que tenía un fuerte influjo provenzal. Salvo el castellano, estos dialectos presentan una serie de rasgos comunes: por ejemplo, mantienen f- inicial latina, el grupo ct pasa a it - lectem > leite -, l- inicial palataliza - lupus > llobu - y hacen el plural femenino en -es, no en -as: cases por casas; en el occidente y el sur no monoptongan ai y ei (Pampaneira, topónimo granadino, es mozarabismo). Por el contrario, el reino castellano fue desde siempre muy independiente: la romanización de los cántabros fue tardía y no conservadora, de modo que fue una modalidad que irradiaba soluciones innovadoras: por vasquismo, aspiraba f- inicial latina; redujo grupos como mb y ei o au; opta por el artículo masculino el;... . En torno a 1150 la Cronica Adefonsi Imperatoris llama

al castellano nostra lingua. Castilla impuso su lengua como propia de la poesía épica desde fines del XII. La lírica, por el contrario se escribía en gallego y, en zonas catalanas, en provenzal. Con todo, es el castellano la modalidad triunfante a costa del detrimento del aragonés y el leonés.

Por otra parte, en la primera mitad del siglo XI Sancho el Mayor rompe con el aislamiento con Europa e introdujo la reforma cluniacense, que prefería la universalidad de la Romania frente a los particularismos regionales: de este modo, cae la escritura visigótica frente a la carolingia, que sustituye la grafía k por la c para el fonema /c/ y la ch para /c/. En cuanto a los finales de palabra, son problemáticos: en el siglo XII aún existen resto de –e tras r, s, l, n, d y z. Inmediatamente, el influjo ultrapirenaico propagará la apócope extrema desde finales del XI hasta 1270, cuando son ya raros los casos de –e tras z y d. La apócope hizo que /v/>/f/ nuve > nuf; /z/ > /s/ omenaje > omenax; mientras que /d/ vacila entre /t/ y /z/ poridad > poridat, lid > liz. Los pronombres enclíticos se fueron apocopando tras las formas no personales, otros pronombres y algunos sustantivos. El mismo fenómeno sufrirán los nombres propios ante apellidos patronímicos -Martino Antolínez > Martín Antolínez- , los finales en consonantes dobles –franc- y todo > tot y tanto > tant. Además de la consabida importancia del Camino de Santiago, no tenemos que olvidar la abundancia de enlaces reales, la inmigración procedente de Francia y la intercomunicación literaria entre trovadores y juglares en la adopción de soluciones foráneas.



Pero, sin duda, la primera gran fijación de una lengua romance en la península la lleva a cabo Alfonso X, hasta el punto de fijar un sistema, el alfonsí, que perdura desde mediados del XIII al siglo XIV inclusive. Dignificó el español frente al latín: lo convirtió en lengua de cultura y cancillería como castellano drecho. Para ello tomó como modelo el castellano de Burgos con concesiones a las modalidades de León y Toledo. En el siglo XIV el español toma la mayoría de las soluciones lingüísticas que lo van a definir normativamente en los siglos venideros. La obra de fijación de las grafías de Alfonso X va a perdurar hasta el siglo XVI: x marca la prepalatal, fricativa, sorda, mientras que g+e,i, i- y j, la sonora; c+e,i y ç son grafías para la dental, africada, sorda y z para su correlato sonoro; la apicoalveolar, africada se pronunciaba como sorda si no esta estaba en posición intervocálica. La b era grafema de /b/; u y v se podían pronunciar como un alófono fricativo de /b/, o bien como labiodental, fricativo, sonoro, especialmente en el sur - Toledo, Extremadura, Murcia y Andalucía-, donde hubo distinción hasta finales del XVI. Las grafías ll, ñ y rr se consolidan el XIV para marcar los fonemas /l/, /n/ y /r/, respectivamente. Y se fue especializando como consonante si era elemento de diptongo. La f- inicial latina se aspira como /h/, aunque en lo escrito permanezca hasta 1520; la h- inicial latina no se escribía porque no se pronunciaba.

Alfonso X, por el carácter propagador de cultura de su reinado introdujo enormes mejoras sintácticas, cuidando la expresión de conceptos a través de las subordinadas, generando nuevos nexos y locuciones conjuntivas; en el apartado léxico aparecen y se revigorizan numerosos tecnicismos y cultismos, fruto de su labor creadora y traductora.

En el siglo XV aparece lo que conocemos como español prehumanista. Se introduce literariamente a través de Dante, Petrarca y Bocaccio. El influjo italianizante trecentista compite ya con la influencia caballeresca y cortesana de Francia.Algunos hechos políticos y culturales coadyuvan a estos cambios: Alfonso V de Aragón conquista Nápoles en 1443, Enrique de Villena traduce La Eneida, y Juan de Mena su Omero romançado (La Ilíada): la Antigüedad ya no es tanto ejemplo moral como modelo de perfección ideal: tales usos se reflejan en los rasgos lingüísticos de este tiempo.

Las grafías alfonsíes se mantienen, aunque persisten una serie de inseguridades en lo escrito que reflejan cambios en la lengua oral: aún alternan –t y –d finales y f- y h- iniciales. Todavía existen dobletes que parecían superados, especialmente en grupos consonánticos internos: dubda / duda; omne / hombre,... Del mismo modo, conviven formas cultas con patrimoniales: planto / llanto; flama / llama,...

Es la sintaxis la que muestra un mayor influjo latinizante: el gerundio y la oración de relativo se sustituyen por el participio de presente: Fortuna triunphante es temerosa.; se traslada la oración de infinitivo con sujeto en acusativo latina: Homerum caecus esse dicitur > Se dice Homero ser ciego; y, tanto en este periodo como en el preclásico, se trastoca fuertemente el orden habitual del español: el verbo se sitúa normalmente al final de la oración por influjo latino; y el hipérbaton puede separar el sustantivo de su adjetivo, mientras que éste se refuerza en su posición antepuesta como epíteto literario.

En lo léxico se introducen numerosos latinismos, aunque poco fiables: inorar, cirimonia, perfeción,...; galicismos: dama, paje, galán, corcel,...; e italianismos: galera, corsario, bonanza, piloto,...

En el periodo llamado preclásico (1474 - 1525), las letras se introducen definitivamente en las cortes, se renuevan las universidades, se traen docentes italianos y humanistas en general. Elio Antonio de Nebrija, en su Gramática (1492) refuerza y sistematiza el español con un tratamiento impropio en lenguas romances, promueve la naturalidad selecta renacentista y reprueba los latinismos ajenos al español.

Se resuelven muchas de las dudas de la etapa anterior: la –t final cae a favor de –d, la conjunción e cae por y, non desaparece en favor de no y se generaliza h- inicial por f- definitivamente en 1520. Del mismo modo Cualquier resto de verbos acabados en –ades, -edes e -ides, pasan a –áis, -éis, e –ís, respectivamente.
Con todo, a pesar de la unificación lingüística llevada a cabo bajo el reinado de los Reyes Católicos, de las necesarias para la imprenta, y de las llevadas a cabo por Elio Antonio de Nebrija y otros, existen numerosas diversidades entre zonas: Castilla, Aragón y León no aspiran la  h  ni confunde /b/ y /v/, mientras que sí lo hacen las zonas meridionales. Pero la mayor diferencia estriba en el reajuste de sibilantes, que producirá el mayor reajuste en el sistema alfonsí: Castilla, Aragón y León ensordecen todas las sibilantes, con la consiguiente confusión de grafías: / s / y / z / > / s /: X, G, I, J, prepalatales, fricativas; / s / y / z / > / s /: C+e,i; Ç, Z, dentales, africadas; y / s / y / z / > / s /: S, en todas sus posiciones, geminada o no, son apicoalveolares y africadas. Por su parte, Andalucía Occidental hace interdentales y fricativas las antiguas dentales africadas (/ s / y / z / : C+e,i; Ç, Z) y se confunden con las apicoalveolares (/ s / y / z / : S-, -SS-, consonante + S y –S-, y, por tanto, también sus grafías) estos cambios se irán extendiendo a Andalucía Oriental y, con los descubrimientos, a Canarias y América.

Ya en los Siglos de Oro, este proceso de reajuste avanzará hasta culminar en 1650, determinando el estado actual de sibilantes en español: en la zona norte la prepalatal sorda se confunde con la alveolar por proximidad articulatoria y pasa a mediopalatal y, luego a velar /x/ para g+e,i, x y j, este hecho pasará al sur; la dental se hace interdental por influjo meridional, quedando /O/ para c+e,i y z; mientras que la apicoalveolar, también por influjo del sur, se hace fricativa, quedando s para /s/. Por su parte, llega al sur el ensordecimiento del norte, de modo que si c+e,i, z, s y z se pronunciaban como /O/ se daba el zezeo, pero si se emitía como apicoalveolar se producía el çeçeo; luego cayó la apicoalveolar quedando sólo /O/ y dándose el actual ceceo, pero también cabía la posibilidad de producirse un alófono dental [ s ], que originaría el actual seseo.

Durante los Siglos de Oro se producen casi todas las reformas que conforman el español actual, que reflejaremos en varios casos ilustrativos: los masculinos de personas en -a pasan tratarse con determinante masculino: el profeta, hecho que se extenderá al de cosas en el XVIII, al igual que quedan como hoy los sustantivos en -u, -e, -n,...: la pirámide; predomina el complemento agente precedido de por y desbancando a de,...

Por lo demás, en el siglo XVI predomina un criterio renacentista de naturalidad sintáctica, que se quiebra de modo claro en el Barroco. En cuanto al léxico, por lo procesos de conquista europeos y americanos se incremente de manera notable el caudal léxico de nuestro idioma, apareciendo italianismos: escopeta, capricho,...; galicismos: chapeo, sumiller,...; lusitanismos: menino, echar de menos,...; germanismos:bigote, brindis,...; flamenquismos: Finanzas, escaparate,... e indigenismos de América: chocolate, patata,...

En el siglo XVIII, con la fundación, en 1713, de la R.A.E. Se producen una serie de retoques en la correspondencia de fonemas y grafías: en 1726, el Diccionario de Autoridades fija la caída de ss sustituida por s, y de ç en favor de c+e, i y z+ a, o, u; u queda para vocal y v, para consonante. Para la duda de b o v se determinó que si el étimo era con b o p quedaría b, y si u o v, v, en caso de duda prevalecería b. Entre mediados de siglo y principios del XIX se determina que ph, th y ch (para el fonema /k/) desaparezcan en favor de f, t y c, respectivamente. Se elimina y si tiene valor vocálico - sýmbolo -; qu se limita ante e e i - así cae quatro por cuatro - y x, para los grupos /ks/ y /gs/, pero no para /x/, reservado para g+e, i, y j.

Por influencia de la Ilustración y el Romanticismo se introducen muchos términos de ciencias, política y economía: terrorismo, intervencionismo, tolerancia, moral , escéptico, ciudadano, libertad,... así como otros de la vida cotidiana: croqueta, satén, buró, galante, parlamento,... e incluso algunos galicismos sintácticos como el de sustantivo + a + infinitivo: táctica a seguir.

En el siglo XX, al margen de que en 1911 la preposición a dejara de llevar tilde, se ha venido tendiendo a la corrección de acentuaciones hiáticas - en la Ortografía de 1999, guión llevará tilde si se percibe hiato - y a la reducción de grupos extraños - obscuro por oscuro-.

1 comentario:

Profesor Marin dijo...

http://profesor-marin.blogspot.com.es/p/construccion-de-la-lengua-andaluza.html